27/12/2019
Por qué pensar que el TDAH no tiene cura es un error

Lo más probable es que el mensaje que hayas recibido sea: tu hijo tiene TDAH y no tiene cura”. Es un mensaje demoledor porque te quita toda la esperanza y provoca un sufrimiento tremendo en el niño y en ti. Pero este enfoque erróneo.

Seguro que te habrán dicho “aquí hay un problema y es tu responsabilidad solucionarlo”, pero a la vez recibes el mensaje de: “El TDAH no tiene cura. Esto es para siempre. Tu hijo no va a ser nada en la vida si tiene TDAH. Es un defecto de serie así que baja el listón, porque esto le va a limitar y no va a ser capaz”.

Estas frases te minan y lo peor es que tu hijo acaba haciendo suyas las etiquetas de: “eres tonto”, “eres vago”, “estás en las nubes” o “no haces las cosas porque no te da la gana”. Tu hijo se siente rechazado por ser como es.

La realidad es que en un niño con TDAH no hay nada que quitar, nada que curar.

 

Consecuencias nefastas de este doble mensaje

Ante casos de TDAH, un aspecto recurrente es que tu hijo tenga la autoestima muy baja y a la vez, tú también. Y no es de extrañar, ya que ambos recibís una fuerte crítica:

  • Hacia tu hijo, por su comportamiento
  • Hacia ti, por inacción o por incapacidad

No es cierto que no te preocupes o no hagas nada. Lo que ocurre es que sueles usar las técnicas que has empleado con tus otros hijos o que te recomiendan el entorno (abuelas, tíos, amigos, profesores).

Pero esas son pautas para niños que no tienen TDAH, por lo que evidentemente no van a funcionar en tu hijo con TDAH.

Al final esto te lleva a ver a tu hijo como un problema, porque efectivamente su situación te condiciona. Esta situación tiene múltiples efectos negativos que pueden agravarse:

  • El agotamiento te pasa factura. Tu rendimiento laboral puede verse afectado y tu estado de ánimo es frágil.
  • Su rendimiento escolar es bajo. A pesar de que es un niño inteligente, los resultados académicos no reflejan su capacidad.
  • Recibes muchas llamadas del colegio debido a su comportamiento y rendimiento inadecuados.
  • No le invitan a cumpleaños y eventos porque parece que no saben seguir los juegos o son molestos.
  • Condiciona dónde y cómo pasar el tiempo de ocio o las vacaciones.

 

El recorrido habitual

Habitualmente la primera alarma salga en la Primaria, ya que el nivel de exigencia y concentración aumenta, y los profesores te trasladan el mensaje de que tu hijo “no es capaz”.

Le cuesta seguir instrucciones (copiar los deberes, cambiar de lección o actividad), mantener la atención (seguir el ritmo de la clase), estar quieto, planificarse (organizar horas de estudio y su material) o anticiparse (preparar la ropa o el material adecuado para cada actividad).

Te remiten al pediatra, quien a su vez te deriva al neuropediatra o al psicólogo. Lo diagnostican y lo más probable es que te recomienden darle medicación, bien en forma de psicoestimulantes (Rubifén, Concerta o Ritalín) o bien no psicoestimulantes (Estrafera), en algunos casos también recomiendan gotas para dormir.

 

Los efectos (los positivos y los que no nos cuentan)

Como lo avala un profesional sanitario y supuestamente no hay efectos secundarios, pensamos que el problema está resuelto. Tras un corto periodo con el tratamiento, he escuchado a menudo “es que ahora es otro niño”. Es cierto: el niño está más tranquilo, más centrado y lo que molestaba ha dejado de hacerlo.

En el colegio, en casa, en el entorno familiar, lo que él y tú escucháis es “ahora da gusto estar con él”. Muchos padres incluso referís “lo que nos habríamos ahorrado de haberlo sabido antes”.

Sin embargo, tu hijo no está contento. Está adormecido porque está medicado. No es feliz. Medicarlo no soluciona el problema, aunque elimina el síntoma.

Los psicofármacos regulan los niveles de dopamina y noradrenalina en el cerebro. Pero no le van a enseñar técnicas para organizarse mejor, para saber lo que tiene que hacer y, si le ayudan a concentrarse mejor, no le van a decir en qué tiene que concentrarse.

Por desgracia, nuestra sociedad refuerza ese comportamiento, lo que sin duda hace más difícil que abandones el camino de la medicación y decidas buscar otras opciones que brinden soluciones a las dificultades que tiene.

Es una cuestión de sentido común pensar que los psicofármacos no pueden tener un efecto inocuo en tu hijo, cuyo cerebro está en desarrollo. Entonces, ¿por qué es una opción tan recomendada?

Me llama mucho la atención que la información que recibes pasa por alto los efectos secundarios de la medicación y se centran en los beneficios a corto plazo. Como los beneficios se observan rápidamente en la conducta, entiendo que muchos padres desesperados y frustrados abráis los brazos a la medicación por agotamiento.

Pero esta es una información sesgada, que no habla las consecuencias negativas a medio y largo plazo, como han mostrado numerosos estudios en los últimos años.

Te centras tanto en lo que le falta que no ves lo que tiene. Es decir, los efectos positivos de tener TDAH.

Pero es una consecuencia normal de tu desgaste y agotamiento.

 

¿Cuál es la alternativa?

La mayor parte de sus dificultades tienen que ver con una falta de sincronía entre los hemisferios cerebrales y con una demora en la maduración de la corteza prefrontal, donde se localizan las funciones ejecutivas.

A través de diferentes prácticas que favorecen la sincronización interhemisférica y del entrenamiento de las funciones ejecutivas podrá desarrollar y potenciar esas capacidades que le limitan, aquellas por las que es juzgado y etiquetado.

Si aprendes a controlar los aspectos negativos del TDAH, a través del entrenamiento, podrás manejar las dificultades asociadas y lograrás aprovechar todos los aspectos positivos: creatividad, energía, espontaneidad, intuición y entusiasmo, entre otros.

Podrá desarrollar sus habilidades al máximo, explotar todo su potencial para que tu hijo ya no tenga miedo de mostrarse tal como es.

Yo voy a acompañarte a cada paso y vamos a formar un equipo para lograrlo.

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